PEDRO MIGUEL
La Jornada, Opinión
Martes 1º de diciembre de 2015
El peñato construyó su primera y última victoria política al uncir al Pacto por México a la mayor parte de las bancadas legislativas presentes en los dos órganos del Congreso a principios de este sexenio. La operación correspondiente hubo de implicar intercambios no muy confesables, reparto de prebendas y hasta premios en efectivo (http://is.gd/8AthcE). Así fuera sobre esa base inmunda, Enrique Peña pudo lucirse como unificador de la voluntad democrática y ejecutar sin mayor oposición parlamentaria las reformas estructurales que hoy exhibe ya algunos de sus efectos negativos en la economía y en el resto del quehacer nacional.
A partir de ese punto de máximo avance el régimen inició su derrumbe. La reforma fiscal lo enemistó con sus promotores empresariales. Luego ocurrió la atrocidad de Iguala, ante la cual el peñato no ha dejado de exhibir sus incapacidades, sus complicidades y su portentosa insensibilidad. Después llegaron las revelaciones sobre la casa blanca de la pareja presidencial y las otras residencias de lujo que Grupo Higa, contratista principalísimo en el estado de México, facilitó al propio Peña (Ixtapa de la Sal) y a su secretario de Hacienda, Luis Videgaray (Malinalco) y el papelón del encubrimiento protagonizado por Virgilio Andrade. Y después, como cereza del pastel, la fuga asistida del Chapo, que coloca a los gobernantes ante la difícil disyuntiva de ser muy ineptos o de ser cómplices. Así, con el telón de fondo de la violencia delictiva imparable y las graves violaciones a los derechos humanos –Tlatlaya, Apatzingán y Tanhuato son casos emblemáticos, pero no únicos, de un poder que actúa a contrapelo del derecho–, el actual gobierno viene acumulando derrota tras derrota de cara a la opinión pública y transita por un ocaso prematuro del poder sexenal.
La reforma llamada educativa, que es en realidad una reforma laboral específica para el magisterio, había sido aprobada sin mayor problema en septiembre de 2013, pero las cosas han sido muy diferentes a la hora de aplicarla.
Como no logró hacerlo Emilio Chuayffet, un reciclado del desván de Atlacomulco, fue remplazado por un tecnócrata brioso pero de inspiración escasa, Aurelio Nuño, quien antes de ser jefe de comunicación de Los Pinos se había desempeñado como coordinador de mensaje y mercadotecnia en la campaña presidencial de Peña y, por ende, responsable de los infinitos y graves descalabros sufridos por su jefe de noviembre de 2011 hasta julio del año siguiente, cuando hubo de ser incrustado en la Presidencia mediante una masiva compra de votos, recurso al que hubo de echarse mano porque su popularidad televisiva había sido destruida en pocos meses por la exposición de la persona real ante la opinión pública.
En cuanto llegó al cargo, Nuño colocó la reforma pretendidamente educativa no al ámbito laboral sino al policial, recurrió a la amenaza represiva cruda y logró, con ello, cohesionar al magisterio disidente, evidenciar aún más el carácter persecutorio de las evaluaciones e investir a la SEP –que tuvo en el pasado algunos titulares insignes– de un inequívoco aire de jefatura de policía. Lucido gobierno éste, que nombró subsecretario de Gobernación a un delincuente y que trata como delincuentes a los maestros opositores. Si los estrategas del grupo gobernante pretenden recuperar el terreno perdido con semejantes pifias, no llegarán muy lejos.
La reforma energética pudo ser implantada principalmente porque la directiva sindical del ramo, férreamente uncida al poder presidencial desde tiempos de Salinas, tuvo éxito en eliminar toda disidencia. La reforma educativa no podrá ser impuesta a manotazos porque en el gremio magisterial los grupos independientes del gobierno tienen organización cohesión. Poco importa que Nuño se ufane que en Querétaro o Tamaulipas la evaluación marche sobre ruedas. Para efectos políticos, Oaxaca es el bastión irreductible. Y los maestros oaxaqueños no cedieron.
Si Nuño no hubiera asumido modales de perdonavidas la negociación con la CNTE habría sido una salida plausible y honrosa. Pero con sus bravuconerías el secretario se cerró a sí mismo la puerta del diálogo y ahora, si accede a entablarlo, habrá perdido y habrá construido una nueva derrota táctica para el régimen del que forma parte.
La sensatez y hasta el pragmatismo hacen recomendable encajar el golpe, con o sin Nuño, y asumir de una vez por todas que las disposiciones legales privatizadoras, inquisitivas y antilaborales contenidas en la reforma educativa deben ser revertidas y que la disidencia magisterial debe ser escuchada, así sea a posteriori. Pero el peñato ha demostrado decenas de veces una asombrosa capacidad para deslegitimarse a sí mismo. Ojalá que esta vez no vuelva a hacerlo mediante una carga policial absurda, irresponsable y sin sentido.
(http://www.jornada.unam.mx/2015/12/01/opinion/031a1mun)